ESTADO DE CONSERVACIÓN SEGÚN BIRDLIFE INTERNACIONAL: PREOCUPACIÓN MENOR.
La especie presenta un rango de distribución extremadamente amplio y, en consecuencia, no se aproxima a los umbrales de la categoría Vulnerable según los criterios de extensión de ocurrencia (<20.000 km²), reducción del área de ocupación o fragmentación severa. Aunque existen evidencias de un declive poblacional, este no alcanza el umbral exigido por la UICN para considerar la especie como Vulnerable (disminuciones >30 % en diez años o tres generaciones). Su población global es muy numerosa y supera ampliamente el límite crítico de 10.000 individuos maduros, sin indicios de un declive acelerado que permita clasificarla en una categoría de mayor riesgo. Por estas razones, la especie se evalúa como de “Preocupación Menor”. No obstante, se ha registrado un descenso significativo promedio del 1,6 % anual entre 1970 y 2017 (Partners in Flight 2019) y una reducción del 7 % en Norteamérica durante la última década (Pardieck et al. 2018).
El cuclillo pico amarillo (Coccyzus americanus) es un migrante neotropical que se reproduce en Norteamérica y México y pasa el invierno en Sudamérica (Halterman, 2009:1; Hughes, 2020). Aunque común en el este del continente, sus poblaciones occidentales han experimentado declives severos asociados a la pérdida histórica de más del 95 % del hábitat ribereño (Gaines & Laymon, 1984:49), en un patrón similar al de otras especies ribereñas obligadas del oeste (Hughes, 2020; Laymon & Halterman, 1989:273). Este deterioro ha impulsado acciones de conservación que culminaron en su designación como “amenazada” bajo la «Endangered Species Act».
La especie depende de vegetación ribereña nativa, como álamos y sauces; sin embargo, la pérdida de hábitat alcanza entre 90–99 % en Arizona, Nuevo México y California. Entre los factores principales se encuentran represas, desvíos de agua, ganadería, canalización de ríos y expansión de vegetación exótica como Tamarix y Russian olive, agravados por el cambio climático y la sequía (USFWS 2013; Hughes, 2020).
Las designaciones estatales han variado en función de revisiones taxonómicas (Banks 1988a; Ehrlich et al., 1992). La población occidental fue finalmente incluida como “amenazada” a nivel federal en 2014 (USFWS 2014b), pero persisten categorías divergentes entre estados, desde “en peligro crítico” en Nevada hasta “especie sensible” o “de preocupación” en otros estados del oeste (USFWS 2013, 2014b).
Entre las amenazas antrópicas destacan los efectos de pesticidas (mortalidad directa, adelgazamiento de cáscaras y bioacumulación de DDT) (Laymon, 1980:11; Wallace et al., 1961:31; Grocki & Johnston, 1974:186), así como colisiones con torres y edificios durante la migración nocturna (Howell et al., 1954:212; Shire et al., 2000:8). La degradación y fragmentación del hábitat reduce las características del entorno reproductivo, con requerimientos mínimos de 40–80 ha de bosque ribereño continuo en California (Laymon & Halterman, 1989:274). Las obras hidráulicas, la agricultura, el pastoreo y la expansión de Tamarix han contribuido significativamente a estos declives (Dobkin, 1994:B24; Groschupf, 1987).
Adicionalmente, la especie enfrenta perturbaciones acústicas en zonas urbanas (Goodwin & Shriver, 2011), fluctuaciones climáticas asociadas a la Oscilación del Atlántico Norte y El Niño (Anders & Post, 2006), depredación por aves rapaces y mamíferos, y parasitismo ocasional por Molothrus spp. (Hughes, 1999). El descenso anual de 1,7 % entre 1966 y 2007 (Sauer et al., 2008) refleja una tendencia negativa marcada, en especial en regiones occidentales.
Las estrategias de conservación recomiendan mantener rodales ribereños de álamos y sauces de 10–15 m en el oeste (Anderson & Laymon, 1989) y bosques abiertos con sotobosque denso en el este, junto con la restauración del hábitat y la eliminación del uso de pesticidas en zonas cercanas. Aunque la población global se estima en 9.200.000 individuos y se clasifica como de “preocupación menor” (Rich et al., 2003), la población occidental continúa en declive debido a la destrucción del hábitat, alteraciones hidrológicas, expansión de vegetación no nativa, sequías prolongadas y efectos del cambio climático (Halterman et al., 2015:8).
En Argentina:
AvA-SADS-NA: No amenazada según AvA SAyDS 2008 (Aves Argentinas y Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable). López-Lanús, B., P. Grilli, E. Coconier, A. Di Giacomo y R. Banchs. Categorización de las aves de la Argentina según su estado de conservación. Informe de Aves Argentinas /AOP y Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable. Buenos Aires, Argentina 1 ed. AOP: Buenos Aires, Argentina
Res 348 SA-NA: No Amenazada según SAyDS Res 348 (Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable). Categorización de aves autóctonas de Argentina. Lista de aves no registradas, endémicas y exóticas de Argentina 2010.